Tarragona es una ciudad y municipio del sur de
Cataluña, España, capital de la provincia de Tarragona y de la comarca del
Tarragonés. Durante la época medieval y la moderna, fue la capital de la
Veguería de Tarragona. El municipio cuenta con una población de 134.085
habitantes (padrón del INE a 1 de enero de 2011). Su ubicación a la orilla del
Mediterráneo en la Costa Dorada, con playas de aguas cálidas, así como sus
centros de recreo y tradición histórica y patrimonio artístico, la convierten
en un centro de atracción turística de primer orden.
Su origen se remonta a la antigua Tarraco romana,
capital de la Hispania Citerior Tarraconensis. El «Conjunto arqueológico de
Tarraco» ha hecho que Tarragona sea considerada Patrimonio de la Humanidad por
la Unesco. Los orígenes de Tarragona se remontan en un pequeño poblado íbero
denominado Kese. Tarragona debe su nombre a la Tarraco (Colonia Iulia Vrbs
Triumphalis Tarraco) de los romanos, que fue primero capital de la Hispania
Citerior en la época republicana y de la provincia de la Hispania Tarraconensis
durante el Imperio.
Tarragona fue ocupada por los árabes tras la
invasión del 711. Posteriormente Carlomagno crea la Marca Hispánica, ocupando
la parte oriental y norte de la actual Cataluña, Tarragona, Barcelona y Gerona.
En el 985 una razzia de Almanzor incendia Barcelona y ocupa Tarragona,
definitivamente reconquistada en el 1116 por Ramón Berenguer III.
Torre del Pretorio romana, usada en la Edad Media
como castillo.
En 1129 San Olegario, arzobispo de Tarragona, cedió
la ciudad como un principado eclesiástico al mercenario normando Robert Bordet,
que había servido a las órdenes de Alfonso I de Aragón. El 14 de marzo de 1129,
este caballero fue nombrado príncipe de Tarragona mediante un pacto de
vasallaje. A partir de la infeudación del Principado de Tarragona, los
normandos, comandados por Bordet, se instalaron en lA ciudad
Robert Bordet
aprovechó una antigua torre romana todavía en pie, la actual Torre del
Pretorio, para establecer su castillo. Se iniciaba así un primer proceso de
colonización de la ciudad, dirigido sobre el terreno por Robert, pero
controlado desde Barcelona por el arzobispo.
La situación en la ciudad se complicó con la muerte
de San Olegario. En 1146, su sucesor, Bernat Tort, un hombre de confianza del
Conde de Barcelona, se estableció en la ciudad. Se iniciaba así un proceso
marcado por continuos conflictos jurisdiccionales que culminaron con la
extinción del principado y la restitución al Conde de Barcelona en 1151.
La Tarragona de finales del siglo XII ya era un
núcleo urbano plenamente consolidado que se había convertido en el centro
director de un amplio territorio. En 1148 el gobierno local se había reordenado
y el consejo de habitantes de la ciudad participaba intensamente en la vida
urbana. La ciudad creció y ocupó toda el área interna del Foro
provincial de Tarraco, manteniendo así la estructura
arquitectónica heredada de la época romana. La ciudad del siglo XII surgió,
pues, en el área de grandes monumentos, alrededor de los castillos señoriales.
A partir de 1146 se ocupó el área del recinto de culto de época romana, un
sector que tomó especial relieve con el inicio de la construcción de la
Catedral en 1171, y que se convirtió en el eje vertebrador de la ciudad a
partir de su consagración en 1331.
Fuera del recinto defensivo de esta primera época,
había tres áreas claramente diferenciadas: en primer lugar, el Corral, el
antiguo circo romano, que se convirtió en un burgo extramuros con un mínimo de
población y destinado principalmente a actividades comerciales e industriales.
En segundo lugar, la Vila Nova que era el área que se prolongaba desde el
Corral hasta el puerto y estaba destinada
básicamente a huertos, cultivos, herrenales y molinos. A diferencia de la
primera, no estaba muy habitada, excepto en el área del puerto y en la zona más
próxima al Corral. Finalmente la huerta de Tarragona, también destinada a la
explotación agraria, que se extendía a ambos lados del Francolí y llegaba hasta
Riu Clar.
La expansión de la peste bubónica por toda Europa
marcó el inicio de un importante periodo de recesión demográfica. La epidemia
llegó a la ciudad entre mayo y julio de 1348, provocando una gran mortandad. El
descenso de la población y la crisis general en que se encontraba la ciudad
hizo que el núcleo urbano entrara en un importante proceso recesivo. El
descenso del número de fuegos se plasmó en un número menor de casas ocupadas.
A pesar de esto, en 1368 la ciudad, siguiendo las
directrices marcadas por la Corona, empezaba las tareas de mantenimiento y
refuerzo de las murallas de la ciudad mediante la construcción de la Muralleta
o Mur Nou, a la altura de la fachada del circo. De esta forma el área del
Corral, el antiguo circo romano, quedó incorporada al núcleo urbano. La
situación política se agravó a lo largo de la primera mitad del siglo XV. Las
diferencias entre la Generalidad de Cataluña y Juan II de Aragón provocaron una
guerra civil catalana, en la que el arzobispo se puso del lado de los
realistas, mientras que el Consejo Municipal, tras un periodo de prudencia, se
alió con la Generalidad.
El 17 de octubre de 1462 las tropas de Juan II
llegaron a Tarragona para sitiar la ciudad. La guerra sumió a Tarragona en la
más absoluta decadencia. Las defensas de la ciudad, especialmente en el sector
del Mur Nou, quedaron muy deterioradas, así como las del área del Corral. La
población disminuyó drásticamente y la municipalidad se declaró en quiebra. Los
efectos de la guerra fueron visibles en la ciudad durante mucho tiempo.
La vida de la ciudad de Tarragona durante la época
moderna está marcada por tres importantes conflictos bélicos. Desde el siglo
XVI se construyen o consolidan fortificaciones para defender la ciudad y sus
alrededores de las continuas guerras y ataques piratas. A partir de la Guerra
de los Segadores y hasta mediados del siglo XIX Tarragona fue
plaza fuerte, lo que comportaba que no se podían
destruir las fortificaciones y se tenía que dejar un espacio delante de la
muralla libre de edificios, con las dificultades que ello suponía para la
expansión urbanística. Las epidemias fueron una constante en este periodo y
provocaron grandes mortandades y el éxodo de la población.
Durante la
Guerra de los Segadores en la que se
enfrentaron catalanes y franceses por un lado y la monarquía hispánica por
otro, la situación estratégica de Tarragona le hizo padecer dos importantes
sitios, en 1641 y en 1644, que comportaron graves destrucciones de edificios y
la consecuente postración y decadencia
económica de la ciudad. El puerto padeció daños
importantes y se abandonó durante mucho tiempo, por lo que el comercio se
desvió hacia el puerto de Salou. La economía del Camp de Tarragona entró en una
grave crisis de la que no se recuperó hasta finales del siglo XVIII, cuando se
autorizó la reconstrucción del puerto y se concedió el permiso para comerciar
libremente con América.
El segundo gran conflicto bélico que padeció la
ciudad fue la Guerra de Sucesión (1702-1714) que alcanzó la ciudad cuando
todavía no se había recuperado de los estragos de la Guerra de los Segadores.
Tarragona fue defendida por una guarnición británica
que mejoró el sistema defensivo con la construcción de la Falsa Braga y de
otros fortines y baluartes, la mayor parte actualmente desaparecidos. Cuando
Felipe V accedió al
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